Ayer
decidí rematar mis últimos días de vacaciones disfrutando de coches clásicos y
con amigos. Comencé la jornada junto con Andrés Sanchez Ruiz y su SEAT 1500 con
motor Perkins 108 de 1760 c.c. y 50 CV de potencia. Se trata de un taxi clásico
madrileño que desprende romanticismo urbano e industrial. Me chifla viajar en él
y cruzar pueblos de la España profunda.
Lo
primero fue ir a conocer el MUSEO DE COCHES DE CINE, ubicado en la población
Toledana de Yuncos, a tan sólo 20 minutos de Madrid. Y para nada nos
arrepentimos de la elección. Se trata de
una exposición permanente con más de 100 vehículos que han participado en el
rodaje de más de 50 películas.
Pero
además de la colección de vehículos, aderezada con carteles, fotografías,
objetos de colección.... lo más grato fue la atención y trato que nos prestó su
dueño, don Vicente Pavía. Durante largo rato estuvimos charlando sobre los
orígenes de la colección, anécdotas o problemas administrativos con los que se
encuentra cualquier ciudadano que, en España, pretenda conservar patrimonio
industrial por su cuenta. Pero no se trata solamente de conservar, sino también
de explotar y sacar partido. Insisto y no me canso, en que debemos de dar uso a
nuestro patrimonio histórico, público o privado. Y este es un buen ejemplo de
aplicación de cara a la industria cinematográfica.
Tras
acabar la visita, comer y antes de ir a ver a otro buen amigo, nos dimos una
vuelta por estaciones ferroviarias de la zona. La cabra tira al monte.
Las
dos estaciones que visitamos fueron Illescas y Villaluenga-Yuncler, de la línea
Madrid-Cáceres. En la primera fue grato encontrar que el estado de conservación
del edificio de viajeros es bueno y que incluso cuenta con personal, ventanilla
de venta de billetes y sala de espera para viajeros. Esto que parece algo
básico y normal en cualquier estación ferroviaria anexa a una población, en
España que ha ido convirtiendo en algo raro. El grado de abandono y falta de
inversión que padece la red convencional de Adif se traduce en multitud de
estaciones abandonadas, cerradas y sin servicios básicos que ofrecer a los
viajeros.
En
Villaluenga-Yuncler tuvimos la suerte de ser atendidos por el factor de circulación,
que nos indicó la hora de paso del siguiente tren. También encontramos abandono
y ruina en los edificios anexos al de viajeros, que me dediqué a documentar con
mi cámara de fotos.
Finalmente
fuimos a ver a nuestro amigo Mario Rodríguez Ruíz y su colección de coches
clásicos. Y a mitad de camino no pude evitar fijarme en una torre en ruinas.
Andrés me explicó que se trata de los restos de una fortaleza medieval árabe
conocida como el Castillo de Olmos. Según me he documentado, fue construido en
el siglo VIII y conquistado por Alfonso VI de Castilla en 1074. Tuvo una
importante posición estratégica y sirvió para controlar el camino que unió
Toledo con el Alto de los Leones, en la Sierra de Guadarrama. Sólo queda en pie
una torre de 8 metros de altura hecha con ladrillo cocido y piedra. La
presencia excesiva de argamasa en algunos de los muros y la hiladas irregulares
denotan que se construyó apresuradamente. Al tratarse del siglo VIII, entiendo
que fue en el contexto de expansión, conquista y consolidación del poder árabe
en la península ibérica.
Mientras
hablábamos sobre esta fortaleza, Andrés me contó que su pasión por el
patrimonio comenzó de niño, al observar el grado de abandono y olvido de muchos
castillos a lo largo de nuestra geografía. Son lugares que evocan nuestra historia
que hemos de recordar no como un complejo, sino como un referente de quienes
somos los españoles y cómo podemos mejorar. Y vuelvo a lo mismo, como sacar
partido a esos testigos físicos de nuestro pasado. Y repito otra vez aquello de
que nuestra primer industria es el turismo y la imagen.
En
casa de Mario estuvimos disfrutando viendo motores y hablando sobre criterios para
el mantenimiento y restauración de vehículos clásicos. Y como no, nos dimos un
paseo en uno de ellos. Concretamente en un Land Rover grúa con un imponente
ruido de motor.
El
balance final fue volver a casa satisfecho y meterme en la cama con proyectos
de progreso. Ganas de continuar progresando a pesar de las circunstancias tan adversas de nuestra economía. Aún tengo ganas de querer seguir dando la batalla por hacer lo que me gusta.
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