Hace justamente una semana, mientras iba caminando por la calle Segovia, me topé con unas zanjas de obras de la red de agua potable que habían dejado al descubierto raíles de la antigua red de tranvías. Hace tiempo escribí un artículo al respecto: https://bit.ly/3KVzliX
Como
es propio de mí, me puse a tomar fotos del sitio arqueológico aprovechando los
últimos minutos de luz solar. Y se me volvieron a revolver las entrañas
pensando en la manera en que se desmanteló este tipo de medio de transporte en
Madrid, cercenando posibles reaperturas de líneas para usos turísticos o
urbanos. Asunto que ya he manifestado en otras ocasiones, y que seguiré
haciéndolo. Es más, intentando poner los pies en la tierra, plantear y proponer
su reimplantación.
La
actual situación, y la que está por venir, en torno a la guerra en Ucrania puede
devolvernos a situaciones de carestía energética que parecían cosa de pasados
lejanos. Y me refiero concretamente al coste de combustibles fósiles de los que
la Península Ibérica ha sido poco agraciada. Mas la cuestión es adatarse a las
circunstancias y el cambio de éstas para sobrevivir.
Realizando
una mínima tarea de documentación he encontrado un documento que me ha gustado
en la web de publicaciones técnicas de Vía Libre. Su título es TECNOLOGÍA PARAEL TRANSPORTE URBANO: LOS TRANVÍAS Y METROS LIGEROS y está escrito por Óscar
Martínez Álvaro.
Para
empezar expongo una frase que me ha gustado mucho: las tecnologías no son
buenas o malas por sí mismas, sino por el uso que se hace de ellas.
Tras
una primera lectura nos podemos quedar con las dos grandes ventajas de los
sistemas tranviarios:
·
Gran
capacidad de transporte de viajeros, sobre todo si prestan servicio en
plataformas reservadas.
·
Excelente
rendimiento energético por vehículo-kilómetro atribuido el empleo de motores
eléctricos con la consecuente posibilidad de recuperación de parte de la
energía de frenado para devolverla a la red o emplearla en acelerar de nuevo
los vehículos. Pero sobre todo y lo que distingue al tranvía de autobuses o
trolebuses, el empleo de rodadura metálica que conlleva un menor consumo energético
que con rodaduras con neumáticos.
A
nivel crítico, el autor explica como en España se ha cometido el error de optar
por este sistema para transportes de bajos volúmenes de viajeros. Al contrario
que en las ciudades francesas en las que el tranvía fue restablecido. Este
hecho nos debe de servir como lección a la hora de plantearnos nuevas acciones
de futuro.
Otra
reflexión muy interesante es la referente al consumo energético. Un tranvía
viene a emplear la mitad de energía que un autobús de capacidad equivalente. Pero
si la ocupación resulta ser menor de la mitad de la capacidad, con el tranvía
se estará generando un consumo energético mayor que con el autobús. Por no
hablar de los costes de establecimiento de infraestructuras y superestructuras.
En ese sentido se me ocurre el empleo mixto de autobuses y tranvías. Por su
puesto que en trazados en que toda la vía esté embutida en el suelo. Que en horas
de máxima demanda el servicio sea atendido por tranvías y en periodos de poco
tráfico por autobuses.