domingo, 20 de mayo de 2018

KNITERATE


Por fascinación y envidia sana me siento obligado a escribir sobre esta máquina. Acabo de conocer su existencia gracias a Facebook y supone, a mi juicio, un importante paso para recuperar la manufactura textil de las manos de multinacionales de la moda y gigantes asiáticos.






Kniterate es una máquina para la fabricación de prendas de punto, personalizadas y adaptadas a la forma del usuario. No es que haga nada que no se hiciese antes con agujas o máquinas de coser. Pero lo hace en muchísimo menos tiempo y alejando al creador de la pericia manual para permitirle centrarse en diseño y negocio. Básicamente es una tejedora automatizada. Mediante un software incluido en el producto se concibe la prenda.




Otra cosa que me ha llamado la atención es que su creador es español. Se llama Gerard Rubio y lleva tiempo trabajando en Londres con otro socio para sacar adelante el proyecto. Según sus palabas, el objetivo es democratizar la producción textil. Por lo que he visto, el precio ronda los 6000 euros. Puede parecer caro para un consumidor doméstico. Pero pensemos, por ejemplo, en un negocio local que invierta en la máquina y al que puedan acudir usuarios con sus diseños contenidos en tarjetas SD. No la veo una cantidad desorbitada para un profesional de la moda que pretenda ofrecer un amplio catálogo de productos pudiendo prescindir de costes de almacenamiento para los productos terminados. Sólo habría que invertir en bobinas de lana y su stock. Y fabricar las prendas a medida que se reciben pedidos.

Mientras preparaba este texto me he acordado de lo que cuenta Chris Anderson en su libro MAKERS La nueva revolución industrial (Ediciones Urano 2013) sobre la hiladora Jenny. Fue una máquina hiladora multibobina inventada en 1764. Según el autor, cambió el mundo no por crear la planta productiva, sino por permitir crear la industria artesanal, que puede llegar a ser muy poderosa. Las hiladoras Jenny eran relativamente sencillas de construir, económicas y podían ser usadas dentro de los domicilios. Puede que, por primera vez, se lograse que trabajar en el hogar resultase más lucrativo que hacerlo fuera. Permitió también que personas normales se convirtiesen en emprendedores sin tener que pasar por periodos de aprendizaje establecidos por los gremios. Así se fueron creando redes de artesanos altamente especializados cuyo rendimiento se vio multiplicado por técnicas de microproducción.






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